A good beginning (2ª Parte, Pasitos de bebé)

Intentaré proseguir por donde lo dejó Tarod, porque sería una pena saltarme alguna anécdota de las muchísimas que nos están sucediendo.

Así pues, después de vislumbrar esos paisajes ñordescos de los que hablaba mi compañero (ñordescos = antiguos, pero sumamente impactantes al fin y al cabo) llegamos a nuestro destino: Northumberland King's Cross Hotel. Decir que nada más entrar ya supimos que algo no iba bien en aquel sitio. Tuvimos muchísimas dificultades para colarnos por la puerta principal ya que sus dimensiones eran aptas sólo para liliputienses. Y allí estaba nuestro amigo tras el mostrador de la recepción, un chico de unos 30 años, que seguramente provenía de Comoros o Kadmandú, con una sonrisa de oreja a oreja que nos trató con una cordialidad extrema. Más tarde, esta cordialidad y sus insistentes amaneramientos nos desvelaron que era un poco bastante gayer. Nos explicó dónde se encontraba nuestra habitación y, tras un no menos suplicioso recorrido entre unas paredes angostísimas, por fin llegamos hasta lo que iba a ser nuestra dulce morada (o eso, o todo lo contrario) durante las dos primeras noches.

La primera tarde recorrimos un sin fin de callejuelas en búsqueda de mi universidad. Hay que decir que el miedo (sobre todo a las carreteras, donde las pintadas en el suelo te hacen girar el cuello como la niña del exorcista para evitar ser atropellado, un caos, de verdad) y la inseguridad de estar en un país distinto, desconocido, nos hicieron orientarnos hacia las grandes avenidas donde todo parecía mucho más seguro. Y por aquellas inmensas calles, las mil maravillas se abrían ante nuestros ojos. Infinidad de tiendas, escaparates curiosos, cines, esplendorosos teatros, y sobre todo, tantísima diversidad de gente de todas las razas y con tanto, tanto que ofrecernos... La verdad es que a cada paso que dábamos nos impresionábamos un poco más. Y bueno, llegamos a King's College y la primera impresión, la verdad, no fue muy reconfortante. No es que lo exploráramos en demasía, pero más bien parecía un instituto a una universidad de tanto prestigio. Situada, eso sí, en pleno corazón de Londres, junto al río Támesis y rodeada por una plaza preciosa donde sospecho, mi amigo pasará más de una mañana. Después de esta primera toma de contacto con el que va a ser mi centro de estudios este año, decidimos indagar más en la ciudad. Nos dirigimos a Southbank, paseamos como buenos turistas por el puente de Waterloo desde el cual pudimos contemplar el Big Ben y la noria, llegamos hasta un mercado de libros, hasta otro mercado de comida donde la sección española nos hizo añorar nuestra tierra y, tras tanto caminar, emprendimos el regreso al hotel mapa en mano y pies en polvorosa.

El viernes comenzamos nuestro periplo en un café internet, buscando desesperadamente pisos, habitaciones o zulos porque se nos echaba el tiempo encima y ansiábamos salir de aquel gay friendly hotel. Llamamos a varios landlords, y la respuesta siempre era la misma, "la habitación ya no está disponible". Pero un anuncio en el Loot (periódico recomendado para todo el que busca piso, trabajo o cosas de segunda mano en Londres) nos llamó la atención. Soraya, una chica que no sería española a pesar de nuestras expectativas, era la que ofrecía una habitación, un poco alejada de mi facultad, pero a un precio bastante módico. Concertamos una cita con ella y ahí comenzó la verdadera aventura.

Tarod os explicará lo acontecido...