23 de septiembre de 2008

Welcome Home

A la mañana siguiente abandonamos nuestro querido gay friendly hotel para ponernos camino de nuestro nuevo hábitat. Esta vez, por supuesto, no haríamos el recorrido a pie. Pensamos que el metro sería la opción más válida y cómoda para llegar a nuestro destino, ¡y una mierda! Sólo los más antiguos saben lo que el dichoso underground es capaz de ofrecerle a un par de turistas cargados hasta las trancas, dolor, mucho dolor. Después de trastabillar cosa así como un quillón de veces con nuestro enseres personales y de parar en no menos ocasiones para coger aliento y recuperar las fuerzas, conseguimos acunarnos en un vagón de metro repleto de cuerpos adormecidos. "Tranquilo, no será hora punta" fueron las palabras que tantísimas veces me reprochó Tarod mientras esquivábamos tímidamente a los centenares de personas que se interponían en nuestro camino. Y así, tras hacer transbordo en Bank, cogimos el DLR (el tren, vamos) que nos dejaba en la mismísima puerta de nuestro hogar.

Allí nos esperaban dos peculiares personajes por conocer. El primero de ellos, un chico bajito y enjuto (como la fruta del algarrobo), con el pelo corto y oscuro y unas lentes de pasta negra que, al igual que su atuendo rockero, nos daba las primeras pistas sobre cual iba a ser su personalidad. Sinceramente, un muchacho muy simpático y agradable. Nos saludó en la distancia, se presentó como Joseph y ayudó a Tarod a subir su bolsa hasta la habitación. La verdad es que la primera impresión no pudo ser mejor. Además, al entrar a nuestras dependencias pudimos observar que su cuarto alojaba una Xbox y un ampli, algo que nos agradó ya que parecía compartir los mismos gustos que nosotros. Soltamos las maletas y decidimos bajar a hablar con nuestro nuevo compañero para que nos explicara como funcionaban los aparatos más complicados de la casa, como el termo, la lavadora, o el curioso sistema para abrir y cerrar la puerta (elementos tan básicos como desconocidos para nosotros). Y al bajar a la planta principal, donde tenemos el baño, la salita y la cocina, el segundo personaje entró en escena. Saliendo del servicio con pasos torpes y bata de estar en casa, una mujer de cabellos blanquecinos y evidentes síntomas de que la de la güadaña andaba en su búsqueda, nos dio la bienvenida. Joseph nos la presentó como Sarah, la tía de nuestra casera. Una señora de unos taitantos años (no me atrevo a aventurarme a decir su edad, pero puede rondar los 240) que balbuceaba un inglés del inframundo, con un acento más cercano al pequinés que a otra cosa. La verdad es que parece una anciana afectuosa, indescifrable, pero entrañable al fin y al cabo. Hicimos efectivo el pago de nuestro primer mes más dos semanas de fianza y subimos a nuestro habitáculo a deshacer las maletas y ponerlo a nuestro gusto.

Una vez acabamos de ordenarlo todo, decidimos bajar a hacer nuestra primera compra. Recorrimos con cautela, siempre envueltos por las miradas indiscretas de nuestros vecinos los moritos-hindúes, las calles de nuestro nuevo barrio y hallamos el supermercado por excelencia recomendado por todos y cada uno de nuestros amigos, ¡el Tesco! Pronto descubriríamos que había vida más hallá de esta tienda, oh sí, allí donde todas las madres van a comprar en Islandia (según su eslogan), el supermercado Iceland se abría majestuoso ante nosotros. Con una mezcla de estas dos superficies, sabiendo dónde hay que comprar cada cosa, el gasto estimado para nosotros en un mes en comida puede ser fácilmente 100 libras siendo generosos y sin escatimar. Eso sí, productos de marca lacosta o prum, con mayonesa que sabe a todo menos a lo que debería saber y con un aporte calórico claramente descompensado. Os pongo un ejemplo de precios para que veáis que no exagero: 500 grs Macarrones = 18 peniques, pocha Cola = 39 p., pan de molde = 30 p. (todo esto en el Tesco), y en el grandioso Iceland 30 hamburguesas congeladas (no sabemos con qué están hechas) = 2 libras, 2,5 kg de patatas congeladas = 1 libra, 4 botellas de vodka mezcladas con limón, blue y cherry = 5 libras. En fin, que en Londres también se puede ahorrar y es sólo cuestión de ser miserias y buscar los mejores precios. Es verdad que hay alimentos básicos que son muy caros pero evidentemente, podremos prescindir de ellos o comerlos en menor medida que el resto.

Esa tarde-noche, después de un merecido descanso, nos dimos una vuelta por las calles colindantes en busca de algo que nos llamara la atención. Y lo encontramos, aparte de infinidad de tiendas de comidad de todo tipo, vimos algunos baretos que nos llamaron la atención. Uno de ellos muy muy cerca de nuestra casa, el típico frecuentado por hooligans pero de aspecto bastante salubre, otro un poco más alejado pero curioso porque había una especie de fiesta con toda la gente bebiendo en la puerta y con música regional muy alta. Y para esas fiesteras y fiesteros que quieran visitarnos, una discoteca bastante grande (al menos por fuera) con negracos super tochos de porteros y bailarinas semidesnudas que te invitaban a entrar, previo pago, claro está. Y la verdad es que poco más, nos volvimos para casa porque la noche y el frío estaban haciendo gala de su presencia y a visionar programas ingleses que es lo que tocaba.

No cambiéis de blog, mañana más.

4 comentarios:

borja dijo...

Long live mayonnaise! Long live mayonnaise!

PD: según el último censo publicado, hay más humanos de los que aquí se hacen notar. ¿Dónde coño se meten? xD

Jovi dijo...

Menos mal que tú, humano del mundo, comentas nuestras hazañas, así nos sentimos leídos y todo. Bueno, vamos a ver el madrid porque la liga aquí no se la salta un galgo. Un abrazo mu fuerte de estos dos elementos.

azahara.85 dijo...

juas q buena pinta la zona en la q vivis no? hay d todo!!! y eso q solo habeis paseado un dia x alli, estoy ansiosa x leer q mas os encontrais, ainsss q se os exa muxo d menos x aki, q aunq no nos vieramos una sabe q estais a unos metros, ains... q os kiero muxisisimoooo y seguid seguid!!!

Jovi dijo...

Gracias Azahara. Hombre, buena pinta lo que se dice buena pinta no es que tenga nuestro barrio pero eso sí, hay de todo. Lo más guapo empieza a unos veinte minutos de nuestra casa dirección centro, donde ya empieza uno a sentirse civilizado. Así que no nos podemos quejar. También se te echa mucho de menos, además, esos toques esporádicos nos alegran mucho. Un beso gordo de los dos.