Anecdotario londinense (parte 1)

Y al comenzar la semana, un sin fin de posibilidades y anécdotas se abría ante nosotros...

Para empezar, al llegar a la universidad para matricularme en las asignaturas pertinentes, fui obsequiado con un flamante carnet de estudiante que me hacía partícipe del departamento de humanidades y, al parecer, me brindaba grandes ventajas. Hoy por hoy aún desconozco cuál es su utilidad real, pero bueno, todo llegará a su tiempo.

Descubrimos que las ardillas de St. James's Park (un lugar idílico, impresionante en todos sus aspectos) son los animales más encantadores de la zona, y también los más listos. Se ganan el favor de los visitantes con sus movimientos simpaticones y de este modo consiguen ser sobrealimentadas, mientras que las pobres ocas o los pelícanos, deambulan pico abierto en pos de una migaja de pan.

Descubrimos lo difícil que puede llegar a ser una tarea, a simple vista tan sencilla, como cruzar una calle. No sólo el hecho de tener que mirar para el lado contrario al que acostumbramos puede ser chocante, sino que además tienes que observar constantemente el suelo para que las señales viales te salven la vida. "Look left", "Look right" o "Look both sides" son palabras que cada vez está más presentes en nuestro día a día. Además, la forma de conducir británica es extremadamente comprometida. Creednos cuando os decimos que es bastante arriesgado enfrentarse a las carreteras en Londres. Supongo que esta sensación irá desapareciendo a medida que nos hagamos parte de esta ciudad, pero por ahora, nuestro cuello sufre las consecuencias de verse sometido a tanta diversidad de movimientos.

Descubrimos que Starbucks no es la franquicia más extendida aquí, a diferencia de lo que todo el mundo piensa. ¡Bienvenidos al imperio de Prêt-a-manger! La cadena de restaurantes que gobierna esta capital. Y respecto a las tiendas de comida, bares o restaurantes, algo que nos ha llamado la atención es que aquí lo que se lleva es comer de cara al público, es decir, sentarse mirando hacia la calle tras las cristaleras del comercio en cuestión, a modo de escaparate.

Descubrimos también que en el mundo de las compras siempre has de buscar ofertas especiales. En toda tienda que se precie encontrarás packs que te harán ahorrar dinerito. En textil, cuatro camisas por 99 libras (aunque esto no sea muy barato que digamos); en alimentación, dos bandejas de carne por el precio de una; en miscelánea, pack de 24 pilas por una libra.

Y ahora prosigue Tarod.

Poco más que añadir a tanta verdad aquí expuesta. Sobre los cruces peatonales tengo que puntualizar que los semáforos tardan una eternidad en cambiar de rojo a verde, por lo que te puedes pasar unos buenos 20 segundos parado sin saber qué hacer. La duda siempre está en si pasar porque pronto llegará el verde para los peatones o quedarse quieto porque está a punto de abrirse el semáforo para los coches. El caso es que tanto coches como viandantes se quedan parados mirándose unos a otros con miedo al ridículo y posiblemente al fracaso.

Kentucky Fried Chicken ha abierto un nuevo mundo culinario para nosotros. El mundo del pollo. En KFC todo ES pollo y si no lo es, DEBE SER pollo. A nadie le extrañaría que acabaran inventando la Coca-Cola con sabor a pollo, o el pollo que no parece pollo pero que sabe a pollo aún así (ya en serio, ¿chicken popcorn? ¡¿Pero esto qué es?!). Y el eterno toque picante. Porque en KFC hay un evidente exceso de picante, sumado a una falta total de sal en las patatas fritas con sabor a pollo. Y cuatro tipos de "sides" que cuando el empleado de turno te recita con su ya clásica falta de entonación, entusiasmo y alma, ni el más experto de los ingenieros técnicos culinarios lograría descifrar en su primera vez (beans, gravy, wtf y yoquesé). Bueno, a lo que iba, que ya no vamos más y punto.

Un último apunte: en Londres los niños son felices de verdad.